26/2/09

La Sonata de Chewbacca



Estábamos con Igmar Navarro fumando unas bogas en casa, cuando se nos ocurrió hacer una zaga poética con algunos personajes de La Guerra de las Galaxias. Fue un momento de iluminación muy potente que dio como resultado esta primera entrega, llamada La Sonata de Chewbacca.

Ahora queremos seguir. Yo preparo en silencio una letanía localizada en el conurbano bonaerense que lleva por nombre La marcha de Han Solo. Después pensamos seguir con algunas cosas más, por ahora sólo se nos ocurren algunos títulos: El Escarmiento de Yoda, La orgía de los Ewok y el grand finale con La Pipa de Darth Vader. Aceptamos nuevos títulos para nuestra colección.

Ahora sí, los dejo con la Sonata.

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Ahí va

salpicando los astros

su pelambre de fuego

el héroe tierno / de los cartuchos cruzados

silueta y sombra , mitad animal

mitad esperanza de la especie

toda

nunca metralla

galáctica / el brillo metálico de una revancha

chew no quiere ver eclipsados

sus presentimientos / el instinto

ruge

para no matar

y morir en los ojos / de sus muertos robots

dejó el lenguaje

para los vivos

hizo de su silencio / un discurso del bien

hundido en el pozo profundo

de la contradicción

y la desdicha

zurca mi cielo

quiebra el firmamento

mata la infancia

la nave superespacial / el efecto especial

un gigante de pelo y esperanza

el lado oscuro

era un excusa / para el pecho tibio del jedi

botón

sabe chew

que no hay mitades / para ningún universo

que el silencio lunar

es un hacha en la frente

ahora

que la moda ahoga el ritmo

de los recuerdos

afirmo bajo el puño caliente

la imagen del héroe

con ojos de ciervo

y mirada de esclavo

que venga chewbacca y

metabala / a la impostura / de la poesía

y termine con todos

estos ángeles hambrientos.

23/2/09

El sonido de la playa

Preguntándose por el destino de la juventud, nuestro hombre en la ciudad de las manzanas refiere:

El hombre beatnik era referido como un "beatnik cat", un gato...




(En la foto, los muchachos de siempre: Kerouac, Ginsberg, Orlovsky, Corso y el de abajo a la derecha no sé pero es una mezcla de Ian Curtis y Raul Kollman).

18/2/09

Pato ya no trabaja en una carnicería



No olvidar el soundtrack.

17/2/09

Recuerdos de un nene muerto

Al nene que me hacía correr en silla, con todo, para siempre.


Yo debía tener 7 años cuando me detectaron esa enfermedad rara en la pierna. Un día me levanté de la cama y, al poner un pie sobre el suelo, sentía que la pierna se me salía. Un dolor tan fuerte que mis padres me llevaron al médico. Armaban ateneos, me examinaban, pero no sabían qué me había atacado. Se especuló con bacterias desconocidas; enfermedades congénitas, maleficios provenientes de fantasías televisivas, odios ancestrales: todo era posible, menos una cura para el dolor. Me internaron en el Hospital Castro Rendón, en un cuarto largo con camas oxidadas, llena de chicos más pobres que yo, donde el olor a sopa se expandía como una nube lenta, entre el llanto y la preocupación mal disimulada de la gente grande. Mi mamá me acompañaba durmiendo en una silla, al lado de mi cama, cerca del único televisor de la sala, objeto de las más crueles disputas entre las madres del lugar. Me acuerdo que una vez había una película de vampiros y yo nunca había visto uno porque en mi casa no me dejaban ver esas cosas. Recuerdo a mi mamá diciendo "Me siento sapo de otro pozo", mi mamá, que venía de muy abajo pero aprendió a ser elegante y circunspecta, propulsándose a ella y su familia un par de escalones más arriba. Me acuerdo sobre todo de un nene que tendría mi misma edad, quizá un poco más chico, que tenía leucemia y de quien me hice amigo durante esos diez días que habré estado en observación. Como yo no podía caminar me hacían moverme en silla de ruedas por el piso, y mi amigo, cuando mi vieja no lo veía, me sacaba de paseo a toda velocidad por los pasillos. Me acuerdo sentir el aire en la cara y escuchar las risas de mi amigo sonando atrás, los dos en pijama, con miedo de estar en un lugar extraño. Al tiempo yo me fui del hospital, curado, sin saber cómo ni qué me atacó, pero curado al fin. El nene que me hacía correr carreras con la silla de ruedas murió unas semanas después. Hoy estaba caminando acá por el depto y me acordé de él, corriendo, agitado, comido por el cáncer, inmóvil en la risa que, si cierro un poquito los ojos, puedo escuchar todavía en algún rincón de mi casa.
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Charly: confesiones de un perrito caliente

Ha sido un buen verano.

Leyendo todos estos libros de Michel Onfray.

Tomando champuza.

Viendo a mami nadar crawl.

Sintiendo el roce de papi.

Ha sido un buen verano.

Miro a mi alrededor y digo:

"Caramba, perrito

mira hasta donde has llegado".


(más fotos de la Dama del Perrito, acá)

11/2/09

Muchacho, mira el cielo y entiende el mensaje


Me regalaron una remera de MTV.

Copado.


10/2/09

La Panameña


Ella es la panameña. Estuvo con mi amigo El chanfle.
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Agua en Buenos Aires

Había escrito un post sobre la lluvia que era malísimo así que lo borré, lo único bueno era la parte en la que había un chino judío que hablaba como los reporteros de E!

Ahora conseguí monedas, me voy.
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8/2/09

Rudy no puede fallar






Joe se cansó.


No pisa más mierda en las veredas.

6/2/09

Se va acabando el verano

Así que les dejo un cover de los Clash hecho por Flema, loco, para que no se olviden de que el punk es alegría y puedan salir re tranca a romper carteles de publicidad.



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El tiranosaurio saurópodo: crónica de un engaño




Anoche estaba a punto de dormir cuando leo un mail de @bomboimantado con un link a esta noticia y una pregunta inquietante: "¿del mpn?"

Más allá de la felicidad que me produjo saber que camino al barrio Sapere habían encontrado un dinosaurio gigante, acorde al tamaño del alma de los habitantes de la ciudad, me sorprende la ignorancia de los redactores de La Nación, que confunden un saurópodo con un tiranosaurio. No ya la franca desaprensión por parte de los periodistas de Télam (de ellos es el cable), que al parecer han caído en tan franco ostracismo que ni siquiera se molestan en chequear Wikipedia.

Cuando era chico amaba los dinosaurios y coleccionaba cientos de revistas, videos y libros al respecto. Me había armado un pequeño kit de exploración siguiendo las instrucciones de una revista tremenda, casi mi iniciación en la complejidad del mundo, que tenía un nombre genial: Dinosaurios. Así que salía a caminar con mis amiguitas Ibel y Cecilia por las lomas que rodeaban la ciudad en busca de algo importante. No había duda: quería ser paleontólogo. El dueño del kiosco de revistas de la Villa de Piedra del Águila ya sabía que cuando el pequeño explorador caía con sus joggings parchados, había quilombo.

Mi temprana vocación, olvidada una década después cuando llegaron las revistas de rock a nuestras vidas, me coloca en un lugar privilegiado para afirmar con exactitud que los redactores del diario La Nación deberían ser más responsables a la hora de transmitir datos tan sensibles para los niños de los noventa, que pasaban sus tardes atentos y respetuosos a las fábulas de extinción que llegaban desde Norteamérica. Al menos, chequear ese tipo de datos: un saurópodo no es un tiranosaurio; un saurópodo es un animal parado sobre sus cuatro patas, herbívoro (y no "hervívoro" como consta en la nota), de peso mucho mayor que un terópodo (que es carnívoro como el T-Rex -no confundir con la banda de Marc Bolan-), pacífico y de hábitos gregarios. El tiranosaurio, en cambio, era un terrible hijo de puta que interrumpía las mansas tardes de pasturas que nuestro nuevo gran amigo compartía con su familia en un paisaje subtropical y pantanoso, en las inmediaciones del barrio Sapere, millones de años atrás.
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La Fuerza está conmigo

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Brazo Armado