No tengo muchos recuerdos de mi infancia por afuera de una imagen de Norteamérica. Aún cuando respirara el viento seco de la provincia y sintiera la lengua india sonando en mi cabeza, nunca pude evitar pensar que todo tenía el condimento de una ficción radical: los excesos, la angustia, la política, todo se iba por el ojo de la fábula.
Esto habla menos de la inmadurez de los chicos que nos criamos adentro de la tele, que de cierta épica (mucho más persuasiva que la del mundo inmediato y de la tradición) que no sólo nos hace temblar, sino acaso algo más importante: que nos empuja hacia un futuro de armas e ideas.
Esto habla menos de la inmadurez de los chicos que nos criamos adentro de la tele, que de cierta épica (mucho más persuasiva que la del mundo inmediato y de la tradición) que no sólo nos hace temblar, sino acaso algo más importante: que nos empuja hacia un futuro de armas e ideas.
1 %:
armas? andá a tomar la leche
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