9/12/08

Fantasma que camina


Presenté el texto que sigue para publicarlo en los TP. Primero me dijeron que sí, después me dijeron que no. Habla en contra de la propiedad privada y de la manera en que naturalizamos ciertas derrotas. Si estás solo con tus pequeñas ideas y el auto no te arranca a la mañana, este es tu lugar, querido amigo mío. Estamos armando una fogata con todos los libros que heredamos de nuestros padres.


Hace poco fui con mi novia de paseo a los Bosques de Palermo. Desde que vivo en esta ciudad, hace unos nueve meses, me pasa que tengo la necesidad de salir a mirar el cielo o a detenerme a mirar los árboles de las calles. O me pongo a espiar por la ventana de una casa en Villa Culpa y, como me pasó la otra vez, descubro a cinco viejos jugando al truco bajo el azote liviano de un ventilador de techo. Es un escapismo tonto, pero es la manera más a mano que encontré para eludir de a ratos la violencia y el ruido, olvidar las imágenes y la dietética humana que veo a toda hora en los carteles publicitarios.

Salgo de mi casa a las ocho de la mañana, en medio de un ataque de alergia, y en el trayecto de dos cuadras que me separan de la parada del colectivo escucho a los automovilistas mandarse a la garcha de su hermana, veo a la señora que está delante de mí en la cola del bondi gritar y amenazar con tirarse debajo del colectivo porque el chofer no para. Estas cosas me hacen pensar que en Buenos Aires se escribe a cada minuto el guión perfecto para una película sobre el fin del mundo: un relato donde la gente termina comiéndose entre sí sobre los escaparates rotos de los grandes shoppings.

Pero esto apenas viene al caso. Lo que quería contar es que de regreso a casa en aquel domingo salvaje, yendo por una calle cuyo nombre no recuerdo, vimos un edificio de aspecto colonial que, encima de un gran pórtico, tenía una leyenda que me llamó la atención: “Asociación de Deportes Racionales”. En ese momento no me preocupé por saber a qué se dedicaba esa gente (otro fans club de Descartes, pensé), pero tiempo después averigüé por internet que era un club de tenis. Como se ve, la asociación no era demasiado complicada; al parecer el tenis, como la dietética y la tortura, forma parte de un plan premeditado en donde la voluntad humana se cuece en el fuego tibio de un pacto de caballeros. En algunos casos se trata de un pacto donde los medios expresivos son dos raquetas, o un régimen nutricional pegado en la heladera; en el otro, la picana. El fin no importa demasiado: lo que nos interesa es la racionalidad de la práctica.

Lo que me extrañó más aún fue encontrarme con lo que decía otro cartel, ubicado en la entrada del estacionamiento, uno de esos carteles que vemos todos los días pero no sé por qué en ese contexto me resulto la cosa más perturbadora del mundo. Podía ser el calor, la falta de agua, podían ser las calzas de las viejas y esa piel arruinada por el sol que anticipa un cáncer a los cincuenta, trotando por los Bosques y que uno puede imaginar cojiendo con sus perritos; podía ser cualquier cosa a esta altura, pero cuando vi el cartel de “Prohibido pasar: propiedad privada”, se me heló un poco la sangre.

Últimamente me pasan cosas con la propiedad. No sé bien por qué, pero me siento como si acabara de llegar de laburar de una granja rusa: enfermo y adoctrinado. No está bien sentirse así. No porque la enfermedad ni la doctrina sean intrínsecamente malas (pregúntenle a este chico Solyenitsin que hubiera hecho de su vida sin Stalin), sino porque te das cuenta que la civilización está para atrás. ¿De qué me perdí? No es que haya vivido 100 años, pero cuando era niño correteaba por las montañas y el mundo me parecía un lugar inmenso e inabarcable. “The sky is the limit”, me decían mis padres. Y ahora nos enteramos que dentro de poco va a haber un boom inmobiliario en la Luna. Cuando las cosas empiezan a medirse, se achican. Y un día uno se levanta y se ve cantando la marcha del desencanto.

Es triste vivir así, sabiendo que las cosas se pueden medir, que hay lugares donde se puede entrar y lugares adonde no. Cuando era chico me criaron con un alto sentido de la ética; los curas de mi colegio, esos hombres castos que amancebaban a su rebaño con fábulas de Camilo Torres, me empujaron hacia un cierto sentido moral del que todavía hoy me enorgullezco. Esos hombres me enseñaron a compartir. Compartir el Cuerpo de Cristo era entrar en comunión con Él. En las misas del domingo, mientras afuera el viento corría como en las películas de Mad Max, yo me volvía hijo de Dios y hermano de mis hermanos ¿No era una idea maravillosa? ¿Qué pasó entonces con las enseñanzas de nuestro contacto en Palestina, para que ahora vayamos caminando por ahí, tabicados como si fuéramos a una cita con el Gordo Quebrado de Bonasso? ¿Por qué caminamos con la espalda tan doblada?

Vengo de releer un texto que leí por primera vez hace algunos años por sugerencia de un tipo que si por casualidad hoy está leyendo esto, me gustaría decirle que me devuelva la biografìa de Sartre que le presté. El texto se titulaba “Sobre prisioneros y secuestrados”, y todavía se encuentra en una excelente página de Internet que se llama La Haine. En francés, haine significa odio, y el texto de un tal Profesor J es el manifiesto de un futuro centro de interpretación que estamos construyendo en mi barrio con el nombre de “Ojo x Ojo”. El Profesor J tiene un plan bastante bueno que consiste en prender fuego todo. Apelando a esa idea del viejo Marx de que la ideología es falsa conciencia, esto es, naturalización de la desigualdad, el teacher dice: “El capital se ha encargado de construir paso a paso un sistema de valores que reconoce como legítima la propiedad privada y como ilegítima cualquier tentativa de insurgirse contra ella”. Es una idea con la que me siento muy cercano, pero aún tengo el problema de ser un don nadie que camina por la calle.

Ahora que lo digo, eso de “don nadie que camina” me hace acordar a un héroe de historieta que se llamaba “El fantasma que camina”. ¿Lo tienen? Era un tipo enmascarado que vivía en la selva enfundado en un traje violeta de pies a cabeza. Se llevaba bien con los tigres, charlaba con los indios y los ayudaba a resolver sus problemas. No siempre lo hacía por medios pacíficos. Buena gente.

12 %:

paula p dijo...

hola Jah! qué texto lindo. una melancolía del stressado.
se me ocurre que en TP esto no va por alg motivos: no es un texto (a pesar de su inofensividad triste) democráticamente correcto, no tiene nada de cinismo (excepto ¨The sky is the limit¨ en boca de tus progenitores, pero eso es más parte del delirio narrador), y sobre todo no, xq habla mal del tenis.
y eso q suelen gustarme algunos TP.. pero estos arranques de quemar y romper y ver a las viejas penetradas por caniches sólo porque caminás por la puerta de un caldo de cultivo careta y la vena se te radicaliza, se ven a gusto en algun fanzine de mierda, fotocopiado. algo que circule, yo qué sé. vivificado

Anónimo dijo...

¿Vos decís que debería presentarlo en algún fanzín? Lo de sky is the limit fue porque siempre me gustó esa peli del muchacho Jery Maguire, un chico con valores.

paula p dijo...

no, no digo qué hay que hacer. dde mi humilde y petardera opinión, digo q tiene una mucha actitud

Anónimo dijo...

ehh provinciano, es una verga el texto, una suerte de free essay sobre cuestiones diversas, ya un poco nos aburrio la digresion sistematizada.
abrazo man

Conjuro dijo...

Va como mordida de epiléptico. Lo publicamos en marzo o abril. Lo veo en papel.
Say no more, por ahora.
Corta camino y organizá los Villancicos en Saldungaray, frente al cementerio.
¡Viva la memocracia!

Anónimo dijo...

Anoche me contaban de una logia de freaks post modernos, que están dispuestos a preder fuego a todas las personas que no tengan su mismo coeficiente intelectual.
Acá, su manifiesto:
http://www.freakevolution.com/2006/04/04/manifiesto-friki/

Anónimo dijo...

genialll no entendi nada pero que lindo que escribis

Anónimo dijo...

dale concha tu ma
contesta, o te haces el interesante!
podria deslizarse todo un convoy de subtes, sobre la carne de tu nariz neuquina

Anónimo dijo...

Loscajones, enroscá la mejor encuadernación de las Palabras y las Cosas y metételo en el culo, gil.

Drodro dijo...

Un anónimo me recomendó tu blog, bah, en realidad me dijo que mi prosa era como una versión infinitamente menos cool de vos.

Me mató lo de los deportes racionales, definitivamente me quedo con los irracionales!

Anónimo dijo...

si y ademas sos tenes cara de pervertido

Agustín Jerónimo Valle dijo...

Me gustaría que tre detuvieras más en las ideas, más de su consecuencia interna. Igual me copa el relato del emocionario de la percepción intelectual.

Ey: ¿La tortura, un pacto entre caballeros? Que está tramada por una racionalidad, qué duda cabe. Pero ¿qué pacto? Sometimiento no es pacto: ojo con naturalizar la desigualdad.

Muy bueno lo del guión porteño-apocalíptico.
Y el señalamiento tenísitioco del prrimer commentador.

La Fuerza está conmigo

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Brazo Armado