Hoy a las 14.30 salimos con Héctor Kalamicoy en la televisión local explicándole a la audiencia de qué se trataban Los Villancicos Brutales (para una explicación más seria pueden ver la entrada de más abajo).
Mientras la cámara mostraba cómo Diana, la dueña de Arpillera, ingresaba unas cervezas tibias que iban a servir de decorado para nuestra corteza cerebral vespertina, leíamos poemas.
Mientras la cámara mostraba cómo Diana, la dueña de Arpillera, ingresaba unas cervezas tibias que iban a servir de decorado para nuestra corteza cerebral vespertina, leíamos poemas.
La interpretación de Héctor fue, por lejos, la mejor de las dos. Y eso que todavía no vieron leer a Oyola, a Funes, a Inostroza, a Romero, a Rombolá, a Fanese, a Padín, y, y, y... (la lista completa la pueden encontrar en posts anteriores).
Gracias al programa La Búsqueda por darnos el espacio y por cumplir la tesis del viejo Warhol sobre esos preciados quince minutos en los que uno se desvive (y goza) vendiendo su imagen.
2 %:
El otro día compré unos palmitos y no estaban buenos (pese a ello los comimos igual). Me gustaría que el abogado de Jaramillo me asesore (gratarola, por supuesto).
Mario Lemoncello
Jaramillo no lo ví, me lo perdí. En realidad no lo ví desde el 25 a las 14, luego de que me dejara un abrazo y un botellón de 5 litros con birra en la heladera. Lo cierto es que ésta fue una semana de mierda. Complicada de verdad. La conclusión es, inevitablemnte, que lo Villancicos matan antes de empezar o, lo peor, que Jaramillo es tan nocivo como injectarse fuel oil con una cuchara.
No voy, pero los banco.
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