Al nene que me hacía correr en silla, con todo, para siempre.
Yo debía tener 7 años cuando me detectaron esa enfermedad rara en la pierna. Un día me levanté de la cama y, al poner un pie sobre el suelo, sentía que la pierna se me salía. Un dolor tan fuerte que mis padres me llevaron al médico. Armaban ateneos, me examinaban, pero no sabían qué me había atacado. Se especuló con bacterias desconocidas; enfermedades congénitas, maleficios provenientes de fantasías televisivas, odios ancestrales: todo era posible, menos una cura para el dolor. Me internaron en el Hospital Castro Rendón, en un cuarto largo con camas oxidadas, llena de chicos más pobres que yo, donde el olor a sopa se expandía como una nube lenta, entre el llanto y la preocupación mal disimulada de la gente grande. Mi mamá me acompañaba durmiendo en una silla, al lado de mi cama, cerca del único televisor de la sala, objeto de las más crueles disputas entre las madres del lugar. Me acuerdo que una vez había una película de vampiros y yo nunca había visto uno porque en mi casa no me dejaban ver esas cosas. Recuerdo a mi mamá diciendo "Me siento sapo de otro pozo", mi mamá, que venía de muy abajo pero aprendió a ser elegante y circunspecta, propulsándose a ella y su familia un par de escalones más arriba. Me acuerdo sobre todo de un nene que tendría mi misma edad, quizá un poco más chico, que tenía leucemia y de quien me hice amigo durante esos diez días que habré estado en observación. Como yo no podía caminar me hacían moverme en silla de ruedas por el piso, y mi amigo, cuando mi vieja no lo veía, me sacaba de paseo a toda velocidad por los pasillos. Me acuerdo sentir el aire en la cara y escuchar las risas de mi amigo sonando atrás, los dos en pijama, con miedo de estar en un lugar extraño. Al tiempo yo me fui del hospital, curado, sin saber cómo ni qué me atacó, pero curado al fin. El nene que me hacía correr carreras con la silla de ruedas murió unas semanas después. Hoy estaba caminando acá por el depto y me acordé de él, corriendo, agitado, comido por el cáncer, inmóvil en la risa que, si cierro un poquito los ojos, puedo escuchar todavía en algún rincón de mi casa.
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3 %:
muy lindo texto. más lindo que el título horrible.
Si, che, me conmovió, bienvenida esta veta de nuevo a este blog. Abrazos desde muchos años luz dentro de la misma ciudad y el mismo plano.
Me gustó mucho. Cortita y al pie. Saludos.
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