El domingo a la noche pasaron por un canal de televisión abierta la película de La Sole, en donde se retrata con impostada pureza y acento festivo las correrías de unos jovencitos de un pueblo del interior de la Argentina (Arequito) durante su viaje de egresados. Entre otras cosas, la aventura los lleva a encontrarse -y enfrentarse- con un grupo de estudiantes de un colegio de San Isidro.
Mientras la cámara recorre el paisaje imponente de la cordillera patagónica (deteniéndose en el brillo del sol, los campos poblados de ovinos, los niños de escuelas rurales, la belleza lacustre), el puñado de muchachos, insuflados de juventud, se lanzan a competencias ecuestres en las que se subraya la habilidad y la valentía. Las jovencitas, por su parte, hablan sobre el sexo antes del matrimonio, y el acceso carnal con y sin amor. Todo encadenado por la aparición estelar de La Sole, que en el momento más inesperado, sea la situación que sea, encuentra motivos para salir al paso con una canción telúrica saturada de criollismo e ideario popular.
No alcancé a verla entera. Pero me bastaron quince minutos para darme cuenta que setenta años atrás, y hecha en Alemania, esa película podría haber pasado como un ejemplo inmejorable del cine nazi.
Casi puedo verlo: en la oscuridad de un cine de Berlín, mientras los niños piden a sus madres caramelos, y las madres recuerdan la hombría de sus maridos (casi todos oficiales de las SS), aparece La Sole y sus amigos en pantalla, cantándole a la tierra, celebrando su juventud, viviendo una aventura sin conflictos con mentalidad virginal.
¿Habrán pasado la peli aprovechando el quilombo de Gunther Grass?
2 %:
Pregunta: ¿puede esa chica romper cristales y rosetones de iglesias con su voz? Si es así, empezaré a tenerle tanto respeto como al niño sombrío tamborilero que se quedó en los tres años. Necesitamos más niños. Es increíble como se pueden sacar connotaciones políticas hasta de lo que eligen para meterse en la nariz (instrumentos musicales o bolitas de lana)
La bolita de lana en la nariz me hizo acordar de una anécdota. Tengo un amigo que una vez, sobre el filo del día y en la puerta de la fantasía, descubrió en su bolsillo una bolsita que contenía un material blanco y húmedo en su interior. En súbito discernimiento advirtió la oportunidad y colocando el material cerca de su nariz, aspiró profundo para calmar el malestar.
Lo que quedaba de la noche se extinguío en el recuerdo.
Al otro día solo quedaba el chicle en su nariz.
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