30/1/09

Violenza in da costa

La cuestión de que faltan donantes es una metáfora engañosa: lo que falta es armisticio. Hace un par de días, en la tele, la noticia es que los chicos se están dando caña a la salida de los boliches costeros. Vuelan sillas y ñapis y gato de acá gato de allá. Se habla de excesos, de la droga, de la falta de horizontes. Pero ahí, bien al fondo, hay un editor aburrido gastándose 20% de los tickets en Coca Cola.
Vamos con la digresión que irrita al pobre: una vez, en TKT, un hijo de puntero saltó por mí y le partió la boca a un chico lindo que jugaba de escolta en Independiente. En lo que mis amigos recuerdan como el caso Vega, le había tirado una mano a un pibe de Cutral que me confundió con otro y me apuró. Cuando tenés un vaso de plástico en la mano y el calor de la fiesta de la espuma te rodea, no hay muchas opciones: pa-lante. Así que yo di, otro dio por mí, y así. Tiempo después, vi a un amigo del hijo de puntero sacarle un tramontina al panchero ubicado con intención de pinchar a un pibe X. Estábamos entonados, estábamos bien, el bardo era la cultura de los diecitantos.
Así que no entiendo cuando se escandalizan por el quilombo. Está bien que los bustos parlantes se sientan en la obligación de entrar a la comisaría para traer calma al rebaño, pero va siendo hora de empezar a hacer más numeritos por el lado del haber. Vengo de ver una película increíble, casi la mejor de mis días, donde hay chicos parisinos sintiéndose mal consigo mismo. Aman y fuman y hacen scratch; también odian a la policía.
Cada uno elige los medios de expresión más acorde a la velocidad de su sangre; unos los balas, otros la confusión. Así que no me parece justo hacer poll-dance con la muerte de los otros; bastante cuesta hacer la paz; y el amor; y el resto de las cosas bellas que en verdad deberían preocuparnos.
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La Fuerza está conmigo

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Brazo Armado