(El cacique Manuel Namuncurá, con uniforme de coronel, junto a sus hijos Julián (izquierda)
y Ceferino (derecha), 1905. Archivo General de la Nación)
y Ceferino (derecha), 1905. Archivo General de la Nación)
La historia de Ceferino Namuncurá es la historia de una capitulación. Hijo del cacique mapuche Manuel Namuncurá, nieto del gran Calfulcurá, Ceferino nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, un pequeño pueblo abandonado a las fuerzas del desierto que hoy exhibe con orgullo acaso la única virtud de la que puede hacer gala: ser la cuna del primer beato argentino.
Su padre había heredado el mando de la confederación de tribus indígenas en manos del cacique Calfulcurá, abuelo de Ceferino, que en 1835 se había instalado en las Salinas Grandes (actual territorio pampeano), desde donde construyó la resistencia contra los embates del todavía precario Ejército Argentino.
Muerto su padre, Manuel Namuncurá tuvo que enfrentar un contingente bélico mejor preparado que el de su antecesor, y no pasó mucho tiempo antes de que ofreciera su rendición. Sin embargo, Namuncurá no cedió su territorio por nada: a cambio de su retirada negoció una pensión vitalicia, tierras en las riberas del Río Negro, y el rango de coronel del ejército argentino. De entre todas las promesas, lo único que obtuvo fue el traje y una fotografía en el Archivo General de la Nación.
Dos años después nacía Ceferino, que muy pronto -y pese al paganismo que los indios le profesaban primero al puelmapu y luego al espejo del Dios blanco - recibió la influencia católica de la colonia salesiana instalada en la Patagonia desde hacía décadas. Su vocación religiosa y las influencias del ahora coronel Namuncurá lo llevaron a Buenos Aires, donde luego de pasar unos años como aprendiz en los Talleres de la Marina, ingresó a un colegio de la orden.
Se hizo devoto de la Virgen María y enfermó de tuberculosis. Por recomendación de los salesianos, viajó a Roma con un doble propósito: encontrar una cura para su enfermedad, y profundizar su formación religiosa. Finalmente murió en 1905.
Hoy Benedicto XVI firmó el decreto que abre el camino para la beatificación definitiva de Ceferino. Una rúbrica que sella, en el amanecer del siglo XXI, una historia de guerras y conflictos nacidos dos siglos atrás. Todo es alegría para los fieles. Incluso para algunos curiosos, que ven en Ceferino la revancha simbólica de la derrota mapuche en el campo de las armas. ¿Pero por qué no también una blasfemia pagana? Ahí se fue el hijo de la tierra, rumbo al Vaticano; entrega su vida a Cristo mientras su padre pasea por una Buenos Aires en pleno brote cosmopolita, enjuto en un traje militar.
El relato rancio de malones y tolderías fue apenas un suspiro de la historia, una catarsis irónica que termina en el encumbramiento de un indio milagroso; un fenómeno con el que los inspectores del Vaticano siempre se hacen una fiesta, testificando la nada, desechando hipótesis causales en las fronteras del mito de las Pampas.
Su padre había heredado el mando de la confederación de tribus indígenas en manos del cacique Calfulcurá, abuelo de Ceferino, que en 1835 se había instalado en las Salinas Grandes (actual territorio pampeano), desde donde construyó la resistencia contra los embates del todavía precario Ejército Argentino.
Muerto su padre, Manuel Namuncurá tuvo que enfrentar un contingente bélico mejor preparado que el de su antecesor, y no pasó mucho tiempo antes de que ofreciera su rendición. Sin embargo, Namuncurá no cedió su territorio por nada: a cambio de su retirada negoció una pensión vitalicia, tierras en las riberas del Río Negro, y el rango de coronel del ejército argentino. De entre todas las promesas, lo único que obtuvo fue el traje y una fotografía en el Archivo General de la Nación.
Dos años después nacía Ceferino, que muy pronto -y pese al paganismo que los indios le profesaban primero al puelmapu y luego al espejo del Dios blanco - recibió la influencia católica de la colonia salesiana instalada en la Patagonia desde hacía décadas. Su vocación religiosa y las influencias del ahora coronel Namuncurá lo llevaron a Buenos Aires, donde luego de pasar unos años como aprendiz en los Talleres de la Marina, ingresó a un colegio de la orden.
Se hizo devoto de la Virgen María y enfermó de tuberculosis. Por recomendación de los salesianos, viajó a Roma con un doble propósito: encontrar una cura para su enfermedad, y profundizar su formación religiosa. Finalmente murió en 1905.
Hoy Benedicto XVI firmó el decreto que abre el camino para la beatificación definitiva de Ceferino. Una rúbrica que sella, en el amanecer del siglo XXI, una historia de guerras y conflictos nacidos dos siglos atrás. Todo es alegría para los fieles. Incluso para algunos curiosos, que ven en Ceferino la revancha simbólica de la derrota mapuche en el campo de las armas. ¿Pero por qué no también una blasfemia pagana? Ahí se fue el hijo de la tierra, rumbo al Vaticano; entrega su vida a Cristo mientras su padre pasea por una Buenos Aires en pleno brote cosmopolita, enjuto en un traje militar.
El relato rancio de malones y tolderías fue apenas un suspiro de la historia, una catarsis irónica que termina en el encumbramiento de un indio milagroso; un fenómeno con el que los inspectores del Vaticano siempre se hacen una fiesta, testificando la nada, desechando hipótesis causales en las fronteras del mito de las Pampas.
6 %:
QUE GRAN EMBOLE!
CEFERINO Y TODOS SUS PARIENTES
Idem...
Hay algo que no dejo de preguntarme ¿Por qué, si los S. XVIII, XIX y XX son considerados los siglos de la secularización como proceso civilizatorio, las iglasias tuvieron tanto impacto en las colonias?
Yo te banco con el post de ceferino
Lobobueno.... ateo, pero bueno.
¿Qué pasa anónimos? ¿Ahora que podremos esgrimir un atractivo turístico de alcance mundial ustedes se quejan? Los muertos dan dinero. Si queda margen, un poco de Fe también.
Lobobueno lo sabe y por eso banca el post, además de explicar porqué en esta parte del sur vivimos un delay de cristianización.
Ceferino es la máxima expresión de la voluntad conquistadora.
Lo sentimos mucho Ceferino pero los indios no nos caben.
lo odio a ese puto, ya pasaron como 7 meses desde que lo publicaste, pero haciendo un recorrido lo vi, y lo tengo q expresar aunque ya nadie lo va a ver.
MAPUCHE TROLO. si fuera tan milagroso no se hubiese muerto por un simple virus...
fuego a los monolitos. y que lo turistico sea que "las masas enardecidas le dan fuego a un traidor" asi lo titularia perfil..
segui poniendo notas de este garca y te prometo que te hago la segunda.
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