La última vez que había estado en Cutral Có, la última vez que había sido penetrado por la desolación seca y calurosa de la metrópoli petrolera, fue cuando iba a visitar a Antonella, una integrante del equipo provincial de natación que hacía de novia mía en algún momento entre mis 16 y 17 años. En aquel entonces vi poco. Ni dinosaurios ni camionetas Hilux. Lo único que recuerdo era una tabla de planchar en el living y un sofá bordó donde ensayábamos nuestras primeras toqueteadas en serio.
Ahora la cosa es muy distinta. Desde el vamos, los motivos son otros. Conducir un programa informativo en una radio municipal que todavía mantiene con orgullo una discoteca con discos de pasta y tiene toda una sala dividida en dos categorías: "Folclore" y "Tango". Desde el momento en que entré ahí, me di cuenta que esas son las armas de destrucción masiva con las que la jefa del proyecto quiere barrer a la competencia, otras dos radios copadas por los amiguetes del MPN cuyos nombres dicen cosas importantes: Fuego y Terremoto. Así se llaman las radios más escuchadas de Cutral Có. Ese es el enemigo principal de la concertación radical-kirchnerista, que ahora sueña con un dream team políglota: se espera el lenguaje del pueblo y el de los tecnócratas. Y hay buena gente. Me entusiasmo.
Cutral Có es una ciudad animizada, diseñada en los delirios de insolación de un mal jugador de casino. Los dinosaurios reviven en esculturas de plástico reciclado a la vera de la ruta, mientras titilan los neones de restaurantes de camioneros que atren a sus clientes con logos de torres de petróleo sentadas a la mesa, sonriendo, con una servilleta anudada al cuello.
Uno de mis compañeros me lleva en auto, y mientras los 38 grados de calor se filtran por el parabrisas me confiesa: "Yo me vine a vivir acá por amor". Porque sí, al parecer el desierto es un clima propicio para el amor, y yo al escucharlo quiero ser Moisés guiando a una caravana en llamas, llevando a esos judíos torturados por el viaje místico del amor, en medio de la nada, con las piernas lasceradas por los alpatacos.
Yo quiero ser Moisés, quiero navegar por las ondas de radio y creer que hay un lugar para todos en esta devastación, para el puntero, para el drogón sin agua, para la transpiración sin dueño, para el lento caminar mercenario de los neuquinos transformados en arena.
Y al irme de la ciudad, cuando veo un accidente recién ocurrido que dejó a un auto en medio de una zanja y a un pelotón de curiosos reunidos alrededor del siniestro, pienso que en Cutral Có la salvación y la desgracia sobrevienen tan fácil como un volantazo mal dado.
1 %:
haber si te apareces por aca o das señales de vida, nosotros nos reunimos de vez en cuando, ah y prende tu celular de mañana.hk
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